Pero antes de iniciar el asalto, los Acólitos deben resolver un par de asuntos. Al ser una figura tan respetada, la muerte o arresto del Prelado puede provocar disturbios en la capital y la desestabilización del planeta. Por ello inician una ronda de contactos para asegurar su posición. Acuden al Virrey Kathrinkas identificándose como agentes de la Inquisición y Gallus le pone al corriente de todo, de manera que la Fuerza de Defensa Planetaria se encuentre preparada. Asimismo deciden preparar un sustituto para el más que probable repentino fallecimiento del Prelado Tarahona. El elegido es el Padre Artemus, que después de una tensa entrevista con el Virrey y Gallus, recibe el visto bueno de ambos (y evita ser ejecutado por saber demasiado).
A continuación acuden al Precinto de los Arbitradores, y se entrevistan con su oficial al mando, el Marshall Holroid, consiguiendo su plena colaboración, a pesar de los escasos recursos disponibles. Esa misma noche, acompañados de dos escuadras de Arbitradores, inician el asalto a la Catedral de Recompensa.
La operación se inicia de forma satisfactoria: la mitad de los arbitradores establecen un perímetro en torno a la Catedral para evitar fugas y el resto acompaña a los Acólitos en la búsqueda de los aposentos del Prelado. Hicks se establece en las alturas, cubriendo el exterior y los tejados.
Todo va bien hasta que alcanzan un pequeño claustro interior, donde son asaltados por tres figuras encapuchadas, ¡Slaughts! La pelea es dura y cerrada, muriendo varios Arbitradores y resultando Novus gravemente herido al perder una pierna. Cómo parte positiva, Novus consigue recoger el brazo de uno de los asaltantes y conservarlo en un contenedor de estasis preparado para tal eventualidad. Hicks se reúne con el grupo, e ignorando las bajas continúan su avance, descubriendo a su pesar un nuevo tipo de tecnología slaught: un artefacto energético explosivo capaz de ignorar muros o la armadura más resistente. Finalmente irrumpen en los aposentos del Prelado para encontrarlos vacíos, pero localizan un acceso a la capillas privada en un piso inferior.
Una vez en la capilla descubren dos cosas: un pasadizo secreto se extiende al este en la oscuridad (perteneciente a la construcción original) y un pasillo que conduce al norte del que sale un olor extraño. El origen del olor se hace evidente rápidamente: una gran masa de gusanos rojizos ocupa el pasillo, entre los cuales sobresalen diversos cadáveres a medio devorar. Afortunadamente, el lanzallamas que llevan se encarga de abrirles paso, aunque sobreviven suficientes gusanos cómo para suponer un problema (cómo descubre para su desgracia el Marshall Holroid). Y, por fin, en una sala habilitada como laboratorio y criadero, encuentran al Prelado Manus Tarahona, manipulando un extraño artefacto metálico. La pelea es de nuevo breve pero intensa, y el Prelado cae bajo la justa ira de los Acólitos.
Sin embargo el grupo se encuentra en graves problemas. Hicks reconoce el artefacto cómo una bomba de antimateria idéntica a la que utilizaron en Crepúsculo contra Nonesuch, y su compleja tecnología hace imposible desactivarla. A pesar de ello, Novus consigue retrasar su activación, y Hicks decide coger la bomba y llevarla hasta la capilla subterránea, para evitar la destrucción del laboratorio. En este momento la célula se divide: Hicks, Novus y Gallus salen corriendo del subterráneo, y el resto (Davor, Zankov, Scythia, el Marshall Holroid y los Arbitradores supervivientes) se quedan en el laboratorio a lo que consideran una distancia prudencial.
Pero la explosión resultante es demoledora, alcanzando el laboratorio y a todos los que se encuentran en él. Una sección de la catedral se derrumba, y son necesarias muchas horas de trabajo para retirar los escombros. Gracias al Emperador y a una sección de muro que les protegió, Zankov y Scythia han sobrevivido, pero ya es demasiado tarde para Davor, ha muerto cumpliendo con su deber para el Emperador y su nombre será inscrito en el muro de los Héroes...